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TIEMPO DE CONECTAR

Vivimos en una sociedad aparentemente hiperconectada, donde los individuos sin embargo no conectan de forma auténtica y profunda con los demás, consigo mismos y con su entorno.. Esta falta de conexión auténtica provoca altos niveles de infelicidad, puesto que el ser humano es un ser social y precisa de relaciones verdaderas y de conexión con sus emociones, necesidades y deseos para una vida plena. Sin una conexión genuina, las relaciones se vuelven superficiales y el sentido de pertenencia se debilita. La desconexión también repercute en la manera en que tratamos nuestro entorno, afectando nuestra responsabilidad ecológica y social.

La conexión puede darse en tres niveles:

  1. Conexión con uno mismo: Implica reconocer lo que sentimos, lo que necesitamos y lo que queremos. Solo cuando nos conocemos y aceptamos podemos desarrollar una identidad sólida y un sentido de pertenencia.

  2. Conexión con los demás: Se basa en la empatía y el respeto por las emociones de los otros. Es fundamental que los niños aprendan a reconocer y aceptar los sentimientos ajenos sin prejuicios. Cuando un niño ha desarrollado una conexión consigo mismo, está preparado para conectar con los demás. Esto implica reconocer y aceptar las emociones de los otros con empatía y respeto. Es importante que los niños vivan sus emociones sin ser sobreprotegidos de aquellas consideradas "negativas", ya que todas las emociones cumplen una función. Una comunicación efectiva y no violenta es clave en este proceso. Aprender a expresar emociones y necesidades sin generar conflicto es una habilidad fundamental para la convivencia.

  3. Conexión con el entorno: Si estamos verdaderamente conectados con algo, no podemos dañarlo sin sentirnos afectados. Fomentar la relación con la naturaleza y el entorno físico ayuda a desarrollar un sentido de responsabilidad y cuidado desde pequeños. Cuando un niño se siente conectado consigo mismo y con los demás, desarrolla un fuerte sentido de pertenencia. Esto no solo se da en el ámbito social, sino también en su relación con la naturaleza y el entorno. Si un niño aprende a valorar y respetar su entorno, crecerá con la convicción de que su bienestar está ligado al bienestar del planeta. 

Entonces, la pregunta es clara: ¿cómo podemos guiar a nuestros hijos para que construyan puentes reales, primero hacia su propio interior, luego hacia los demás con empatía, y finalmente hacia el planeta que habitamos? ¿Qué herramientas podemos ofrecerles para que la "hiperconexión" digital no opaque la conexión humana genuina y profunda? ¿Cómo les enseñamos a sentir de verdad, a escuchar con el corazón y a cuidar del mundo como si fuera su propio hogar?

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